Después de observar el terrible resultado de la destrucción de un país, un pueblo, una civilización el sentimiento que me invade es de reconstruir. Reconstruir edificios, pero más allá reconstruir personas. En mi caso mi obsesión por reciclar es siempre presente, sin embargo, el material empleado no es siempre el adecuado o quizás el que más se identifique con mi persona. Hace poco mi hija pequeña me hizo recordar una evidencia: la piedra es mi materia prima.
Llevo años con la idea de reciclar trozos de piedra sin saber muy bien como presentar mis trabajos o proponerlos. Hay en muchos vertederos o almacenes municipales un montón de piedras abandonadas, sean de obras antiguas, cementerios, iglesias,. Este material tiene también su lugar en el reciclaje, en esta posibilidad de darle una segunda vida. La piedra tiene la virtud de resucitar según quien la trate, hay que comprenderla. Cuantas cosas podríamos hacer con estas toneladas de piedras abandonadas, cuantas personas podrían participar en un proyecto en el cual juntando piezas de piedras crearíamos formas para espacios públicos, en plazas o entornos marginados, volver a grabar el nombre de las calles sobre piezas de piedras.

Actualmente el artista y el artesano que llevo dentro se manifiesta a pequeña escala recogiendo retales inútiles y asociándolos a visiones que saltan a la vista: edificios destruidos, problemas medioambientales, animales en vía de extinción.
“Reconstrucción” es de alguna manera mi forma de dar forma a mi esperanza, juntar elementos sencillos y darles una dosis de esperanza, de poesía de alguna manera seguir creyendo en el ser humano a través de la escultura.